Las sillas de dos patas no son aptas para sentarse cómodamente, y sin embargo el ser humano se ve forzado a vivir así. Buscando continuamente el equilibrio que le ofrecen sus dos únicas patas - la razón y la emoción.
Es más el tiempo que un humano sin muletas, se pasa intentando equilibrar el no equilibrio, que el que siente que todo rueda. A esos mágicos momentos en los que podemos soltarnos de manos y con ojos de asombro notar que hemos alcanzado el equilibrio, los llamamos momentos felices.
Como esos momentos no son muchos y además requieren un gran esfuerzo, el sistema - padre caritativo que todo lo da por sus hijos - ofrece una tercera pata que estabiliza las otras dos. Formando un triangulo ortopédico, que ofrece respuestas simples a todas las preguntas frecuentes.
A algunos humanos curiosos, esas respuestas simples les estorban y quieren dejar la tercera pata, para andar con sus propios pasos hasta el telón y descubrir que hay tras esa cortina. Al asomase se dan cuenta de que en ese escenario oculto, existen tantas posibilidades, como su inválida imaginación pueda imaginar.
Advertencia: El procedimiento de soltar la muleta, para empezar a andar con tus propios medios es muy incómodo, hay quien nunca se repone de ese esfuerzo y queda dolido de vértigo vital crónico. Por eso es importante dejar de poner el tapón a la imaginación de nuestros pequeños. Mientras, los capaces de andar con dos apoyos, tendrán el deber de ir descorriendo poco a poco la cortina que oculta el escenario de la vida.

No hay comentarios:
Publicar un comentario