Se calló el programa para el espectáculo a última hora, y como ya había sacado las entradas, tuve ocasión de disfrutar del gran talento improvisador de La Naturaleza.
A media tarde, cuando ya tuvo claro que la función programada no tendría lugar, preparó el escenario, bajó el tono de luz e invitó a Otoño a salir a escena.
Otoño, en su gran hacer, quemó ese incienso de Octubre con olor a tierra mojada. Y al son de la música de Viento, puso a bailar al ballet de los Árboles. Los relámpagos fotógrafos descargaban sus flashes iluminando la escena y algún trueno vitoreaba la actuación, cuando el espectáculo se volvía más intenso.
Aire, que se había dado una ducha para la ocasión y estaba fresco, me pidió que cerrase los ojos y lo dejase jugar con mi pelo y después de un rato concentrada solo en el pelo, me di cuenta de que había hipnotizado a mis pantalones y a mi camiseta para que me hiciesen por él un masaje tántrico de los que ponen los pelos de punta.
Tuve suerte de estar sola, porque si a estos espectáculos asistes con más gente, es fácil salirte de la trama.

1 comentario:
estrellas alineadas formando lo que llaman rayo dispuestas a tocar la tierra...
Saludos...
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