Hoy es un gran día en el lugar donde
permanecemos después de morir y antes de nacer. Estoy demasiado nerviosu. ¿Me
acompañará la suerte? Aprieto con fuerza el número que me han tatuado para el
sorteo.
Empiezan a rodar los bombos de la
fortuna. Los Sanildefonsos de "El lugar” comienzan a cantar números.
Después de dos horas, treinta y dos minutos y 8 segundos, según los marcadores
cósmicos, cantan el mío. 23.268.356. El tatuaje, antes negro, comienza a
brillar ante los ojos llenos de envidia de quienes siguen esperando y posiblemente
no tengan la misma suerte. Me siento privilegiadu.
Una fuerza universal guía a lus que
vamos a pasar a mejor vida hasta un andén. Solo un cristal nos separa de los
que aún esperan a que llegue su momento de suerte, el cristal que separa a los
protegidus por el azar de los que no.
Debemos ir entrando en los vagones
azules y rosas que nos esperan en las vías. Una voz por megafonía nos indica
que elijamos el color que más nos atraiga. Quiero ir hacia el azul, pero algo
me induce a introducirme en el rosa. Nada más entrar las azafatas comienzan a
ponerme incómodas ropas, lazos en la cabeza, adornos inservibles que me pesan y
me agobian. Dicen que debo ir acostumbrándome a ello, que al llegar al otro
lado seré mujer. Ya no siento tan grande mi fortuna. No me siento cómoda, creo
que mi suerte ha resbalado en este último paso.
Mientras busco mi asiento me voy
contagiando con la alegría de las demás; después de unas horas de búsqueda lo encuentro
y me acomodo, feliz de poder estar ahí.
Los
ganadores del premio gordo esperamos ansiosos y sonrientes nuestros destinos. Una
vez pasado el proceso, estamos deseosos de que el sorteo acabe cuanto antes y
nuestro tren empiece la marcha.
Nos dan las instrucciones.
Viajaremos
en primera clase. Nos servirán puntualmente cada una de las comidas - dieta
equilibrada para no estar demasiado gordos antes de la llegada; allá donde vamos,
mantener la línea es muy importante – En los monitores del vagón hay publicidad
continuamente, se enlaza un anuncio con otro. Debemos estar siempre atentas a
las pantallas. Nos han dicho que ahí donde vamos es importante saber qué
queremos tener, que eso será lo que nos diferencie. Parece ser que al llegar no
recordaremos nada, pero no debemos preocuparnos, porque se nos será recordado
continuamente a través de monitores que existen en todos los hogares. A pesar de
ello, permanecemos atentas a la publicidad desde el primer momento. Así es más
fácil pasar el mal trago de ver a lus compañerus que quedan al otro lado del cristal.
En el semillero inicial de "El
lugar", quedan sentadus 60 millones de futuros niños y niñas que
miran con lágrimas en los ojos nuestro tren, que ya empieza a moverse. Ellos
serán trasladados en furgonetas de campaña a sus lugares de destino, de muchos
en muchos, muy apretaditos, para ahorrar gasolina y evitar que se caigan
con los baches del camino antes de llegar. Dicen que a los sitios a donde van,
no llegan los trenes lujosos. Los golpes, las peleas por ganar un poco de
espacio o comida, el polvo que les irrita los ojos, la falta de agua y las escasas
gachas que comen una vez al día, harán que muchos de ellos no lleguen a ver los
ojos de sus madres.
La continua publicidad y la
comodidad de nuestro tren hacen que los afortunados olvidemos pronto a los que
se quedan. Para ellos será diferente, no podrán olvidar que subir en este tren
es lo mejor que pudo pasarles. Por eso, muchos arriesgarán sus vidas cruzando
el mar, con el sueño de poder desafiar a aquella suerte que les dio esquinazo
antes incluso de nacer.
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