domingo, 15 de enero de 2017

Los azares del nacer.

Hoy es un gran día en el lugar donde permanecemos después de morir y antes de nacer. Estoy demasiado nerviosu. ¿Me acompañará la suerte? Aprieto con fuerza el número que me han tatuado para el sorteo.

Empiezan a rodar los bombos de la fortuna. Los Sanildefonsos de "El lugar” comienzan a cantar números. Después de dos horas, treinta y dos minutos y 8 segundos, según los marcadores cósmicos, cantan el mío. 23.268.356. El tatuaje, antes negro, comienza a brillar ante los ojos llenos de envidia de quienes siguen esperando y posiblemente no tengan la misma suerte. Me siento privilegiadu.

Una fuerza universal guía a lus que vamos a pasar a mejor vida hasta un andén. Solo un cristal nos separa de los que aún esperan a que llegue su momento de suerte, el cristal que separa a los protegidus por el azar de los que no.
Debemos ir entrando en los vagones azules y rosas que nos esperan en las vías. Una voz por megafonía nos indica que elijamos el color que más nos atraiga. Quiero ir hacia el azul, pero algo me induce a introducirme en el rosa. Nada más entrar las azafatas comienzan a ponerme incómodas ropas, lazos en la cabeza, adornos inservibles que me pesan y me agobian. Dicen que debo ir acostumbrándome a ello, que al llegar al otro lado seré mujer. Ya no siento tan grande mi fortuna. No me siento cómoda, creo que mi suerte ha resbalado en este último paso.  
Mientras busco mi asiento me voy contagiando con la alegría de las demás; después de unas horas de búsqueda lo encuentro y me acomodo, feliz de poder estar ahí.

Los ganadores del premio gordo esperamos ansiosos y sonrientes nuestros destinos. Una vez pasado el proceso, estamos deseosos de que el sorteo acabe cuanto antes y nuestro tren empiece la marcha.  
Nos dan las instrucciones.

Viajaremos en primera clase. Nos servirán puntualmente cada una de las comidas - dieta equilibrada para no estar demasiado gordos antes de la llegada; allá donde vamos, mantener la línea es muy importante – En los monitores del vagón hay publicidad continuamente, se enlaza un anuncio con otro. Debemos estar siempre atentas a las pantallas. Nos han dicho que ahí donde vamos es importante saber qué queremos tener, que eso será lo que nos diferencie. Parece ser que al llegar no recordaremos nada, pero no debemos preocuparnos, porque se nos será recordado continuamente a través de monitores que existen en todos los hogares. A pesar de ello, permanecemos atentas a la publicidad desde el primer momento. Así es más fácil pasar el mal trago de ver a lus compañerus que quedan al otro lado del cristal.

En el semillero inicial de "El lugar", quedan sentadus 60 millones de futuros niños y niñas que miran con lágrimas en los ojos nuestro tren, que ya empieza a moverse. Ellos serán trasladados en furgonetas de campaña a sus lugares de destino, de muchos en muchos, muy apretaditos, para ahorrar gasolina y evitar que se caigan con los baches del camino antes de llegar. Dicen que a los sitios a donde van, no llegan los trenes lujosos. Los golpes, las peleas por ganar un poco de espacio o comida, el polvo que les irrita los ojos, la falta de agua y las escasas gachas que comen una vez al día, harán que muchos de ellos no lleguen a ver los ojos de sus madres.


La continua publicidad y la comodidad de nuestro tren hacen que los afortunados olvidemos pronto a los que se quedan. Para ellos será diferente, no podrán olvidar que subir en este tren es lo mejor que pudo pasarles. Por eso, muchos arriesgarán sus vidas cruzando el mar, con el sueño de poder desafiar a aquella suerte que les dio esquinazo antes incluso de nacer.

No hay comentarios: